Mis palabras se han parado ahogándose en la garganta, rodean mis dedos cómo anillos de compromiso y mis brazos como cadenas engarzadas. Mis palabras son collares en mi garganta. Mis relatos se han quedado en mis ojos en mi mirada.
Veo nuevos edificios, luces, calles, coches, tránsito, tiendas, paseos , pasos. Veo belleza, fealdad urbana, veo sonidos desconocidos, veo olores que rodean mi nariz apostando por un nombre, veo gente nueva, turistas, quizás visitantes curiosos de mundos nuevos.
Veo cuadros en los museos, ropa en los escaparates, billetes de metro expendidos de máquinas risueñas. Planos que me señalan caminos sin objetivos, paradas sin pausas, escaleras infinitas, sucias de peldaños. Veo vida, veo frío y calor, niebla y sol, nubes y lunas infinitas.
La mirada se fija, recibe.La mirada se posa en las hojas amarillentas de los árboles que incitan al paseo, se pasea con románticas esculturas que señalan tiempos pasados. Se detiene en las barras de bares que invitan a domingo. Se recrea entre las hojas de un periódico o de un libro y hace su recorrido diario al alma.
Sé que en días, en semanas quizás esa mirada se hará relato contado en palabras con vocales consonantes con sus puntos y sus comas, y la mirada se quedara quieta en un punto. Serena y tranquila sabrá que ha cumplido su misión.


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