
Cientos de personas pasan a paso rápido. One. Two. Abajo escaleras. Ruido de pisadas. Uno, dos. Suena un móvil. Envió un mensaje. El niño hoy no va a la escuela. Tengo que cobrar. Mi jefe me mata. One, two. El examen.
Notas de Jazz, notas metálicas que recorren las paredes blancas, grises y azules. Paredes limpias de lejía y desinfectante. Paredes que no rodearían tu cama pero que recorren tu prisa, tu vida y tus sueños. Paredes sucias de pisadas, de tiempo recorrido, de olvido.
Llega el metro, las puertas se abren, cada día caras diferentes. One , two. Lecturas automáticas. Miradas a pantallas donde algo espera en otro lado,quizás en otro vagón. Noticias efímeras. Noticias trascendentes condensadas en una línea.
One , two. Una limosna. One , two. Hoy no tengo para comer. One. One. Alone. Miradas hacia abajo. Nadie se atreve a mirar al frente. Nadie sabe lo que sucede detrás. Nadie ve.
Cada el día las mismas personas, los mismos recorridos. Cada día el saxofonista, solitario, emprende el canto a la esperanza. La chica sentada unos metros más allá, le mira y sonríe. Le mira y pestañea, le mira y one, two, sueña con él. Sueña con bailar al son de esas notas melancólicas que chocan contra las paredes, notas que nadie oye, que nadie ve. Sólo ella. One, one.
Cada día la chica está allí, sucia, abandonada. Cara roja. One, two, el alcohol. One, two, la droga. One, one, el silencio, el abandono. La chica sueña y sonríe como una vieja cerradura, con ese diente efímero que le abandonó hace tiempo. Con los ojos hinchados. Con la vida y la mirada perdida.
El saxofonista pasa las hojas llenas de notas, blancas, negras, corcheas. Cada día sumergido en su melodía. Cada día esperando que alguien se pare para poder ofrecerle un concierto. Cada día la rutina de la moneda. One, two, dos euros. Hoy, 6. Ayer one, one.
Hoy sin saber porqué, ha mirado hacia su izquierda y la ha visto, allí sentada, tan sucia, tan marchita, tan sola como lo estaría el si no fuese por esas notas, si no fuera porque el dorado metálico de su saxo le dice que la riqueza existe, que está en algún sitio. Que la belleza no entiende de pobres, ni de ricos, que está a su alcance y que es inmensa y le hace ser todo poderoso porqué él puede crearla.
A su izquierda ha visto la sonrisa de la chica. One, two y sabe que le pertenece, guarda el saxo en su estuche y se acerca, cogiéndola de la mano. Ella le responde. One, two. Caricia apasionada, le besa directamente en la boca, directamente con ansia, directamente con hambre. El la acaricia, la huele, la siente, la anhela. Juntos de la mano. Juntos abrazados.
One, two, bajan la escalera, one. Se abre la puerta, one, one. Se besan y sus besos no son silenciosos, one, two. Suenan. One, two. Se sienten. Ella le acaricia la espalda con descaro, con furia, el se deja hacer. Ella le envuelve. Él le acaricia el rostro enrojecido, hinchado, desvencijado. Así juntos, abrazados, pasan las estaciones, llegan al final de ninguna parte y sus besos suenan, siguen sonando.
Señores estoy en paro, one, two. Señores necesito comer one, one. El saxofón en su estuche sonríe pacientemente guardando sus notas.

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