Dicen que empecé a hablar algo tarde y de forma desbaratada, desordenada y estrambótica. Eso ocurrió porque mis palabras se hicieron con coordenadas geográficas y en lugar de vocales y consonantes, se compusieron de latitudes y longitudes, norte, sur, este y oeste.
Empecé emitiendo palabras del trópico: mi niña, papita, zancocho, mojo picón. Trópico regado de norte lluvioso en palabras: Agur, Biyotza, Aitaxtu y aderezado de palabras sin eses o con eses muy silbadas. Palabras de tonos alegres, altaneros y descarados que me llegaban del Sur.
Fui creciendo y las palabras me surgían a borbotones, sin cansancio, ni silencio, ni pausa. En algún punto indeterminado de mi crecimiento, las palabras se me quedaron cortas de aliento y matices así que, ni corta ni perezosa decidí ir en búsqueda de la expresión exacta.
Me encontré con el au-revoir para enfrentarme al sonido del amor. El very nice y oh far away para sacar lamentos a mi guitarra adolescente. El ciao bella para añadir un toque de seducción a la primera etapa romántica, y el auf vierdershen para estructurar y poner un poquito de orden al discurso.
Así uso las palabras. Las elijo según las necesito, sabiendo que hay que ser cuidadosa con la elección porque no es lo mismo papillon que papallona, ni es lo mismo I ned you que te necesito. No sé porque me gusta mucho más la palabra Shade que lástima que es su tristísima traducción del alemán y, si tengo que decir un improperio, siempre me decantaré por collons que es una palabra más corta, sintética y gráfica que su homónima en castellano.
Mis palabras son lugares visitados, sitios vividos y paisajes llenos de voces. En algunos la geografía es más amplia que el lenguaje y en otros ocurre exactamente al revés. Unos paisajes las hacen fluir como un rio y otras la encierran como un valle entre montañas. Y eso me da infinitas posibilidades, ya que siempre tendré la oportunidad de que el lenguaje crezca y se dilate en extensión o que el territorio se acote y empequeñezca mi palabra y, cuando ya no pueda moverme ni quiera hacer nuevos recorridos, me quedarán las candencias, los acentos y los silencios.
Chabela Romero


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